No pagaremos la crisis. No pagaremos la guerra

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El 1º de mayo de 2022 será el primero que se celebre a nivel mundial tras dos años de pandemia. La crisis socio-sanitaria originada por el COVID-19 ha causado un profundo impacto y, con sus últimas sacudidas nos deja un mundo mucho más desigual, en el que la pobreza se ha incrementado en todos los continentes y con claras señales de que las fricciones existentes entre los diferentes bloques geopolíticos nos pueden deslizar hacia un conflicto armado generalizado con repercusión mundial.

Recién salidos de la crisis financiera del 2008, cuando la recuperación económica era aún incipiente, la llegada de la pandemia nos volvió a hundir en un pozo del que, apenas ahora, levantamos la cabeza. Hemos insistido hasta la saciedad en que la pandemia ha permitido que unos pocos se beneficien a costa de los sacrificios de la mayoría. El resultado, lo tenemos claro, ha sido el aumento de las diferencias sociales, el incremento de los desahucios de viviendas familiares, la aparición de las colas del hambre, la precarización generalizada de la fuerza de trabajo al tiempo que se profundizaba en el desmantelamiento de los servicios públicos.

Durante este tiempo se nos insistió en las perspectivas que se abrían al acabar la alarma sanitaria, con la llegada de unos fondos europeos que serían claves para la reconstrucción. Sin embargo, la realidad no iba tan bien como nos decían. La escalada de precios se achacaba a las consecuencias de la pandemia y la inflación comenzaba a ser una realidad. El año 2022 se hizo presente en nuestras vidas con una amenaza de guerra en el este de Europa que, desgraciadamente, se ha convertido en real y, desde entonces, la situación económica ha empeorado de manera sustancial.

Ahora, con una inflación desbocada hasta rozar el 10%, que se come día a día nuestro poder adquisitivo, todo el discurso oficial se centra en que estamos padeciendo las consecuencias de una guerra, como si el deterioro de los diferentes servicios públicos como la Sanidad, la Educación, las ayudas a la dependencia, la necesidad de un transporte público y sostenible o las pensiones, por citar algunos, hubiera empezado ayer mismo.

Hemos padecido abusivas políticas de recortes que se justificaban por las diferentes crisis financieras, inmobiliarias, sanitarias, en las que las clases populares no tenemos ninguna responsabilidad. En cuestión de pocos meses, vemos con asombro cómo todos los fondos económicos prometidos para la reconstrucción tras la pandemia, se están dirigiendo hacia un crecimiento exponencial de los gastos relacionados con la industria del armamento. Cuando hablan los expertos economistas desde las instituciones financieras, lo hacen sin reparos. Nos intentan convencer de que los gastos en la partida dedicada a Defensa, son inversiones mientras que los presupuestos destinados a Educación y Sanidad se convierten en gastos.

Una urgencia para la Humanidad es la adopción de medidas eficaces y contundentes que garanticen la rapidez de una transición para combatir el cambio climático. La llegada de la guerra y el inicio de un proceso de rearme, hará que todas las políticas previstas en este sentido se queden en suspenso.

Frente a esta situación, nos encontramos con un Gobierno que, más allá de las declaraciones de intenciones “nadie quedará atrás”, “somos el gobierno más progresista de la historia”, aplica las mismas medidas económicas que se implantan en otros estados en los que gobiernan fuerzas políticas de derechas. Poco importa a estas alturas la definición ideológica si en el plano económico no somos capaces de romper con la unanimidad neoliberal. Decisiones transcendentales para el futuro de la clase obrera se adoptan siempre sin primar nuestros intereses, así, se imponen “reformas laborales” que no significan la recuperación de derechos ya alcanzados y que en su momento nos arrebataron. Intentan convencernos de su bondad alegando que suponen un paso para combatir la precariedad, ocultando que, con el nuevo sistema, los despidos seguirán existiendo y ahora sin indemnización, alegando simplemente el fin de contrato.

La precariedad se ha convertido en un elemento estructural del sistema y condiciona totalmente nuestras vidas, especialmente en el caso de las mujeres. Por poner un ejemplo, las empleadas del hogar y los cuidados llevamos años reivindicando que se reconozcan nuestros derechos. Hablamos de empleadas porque el 91% de los puestos son desempeñados por mujeres. Llevábamos esperando 11 años a que el Ejecutivo ratificara el Convenio Internacional 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el que se nos equipara con el resto de trabajadores del Régimen General.

De no haber sido por la reciente sentencia del TSJE que dió la razón a nuestro colectivo en su demanda de poder cotizar para la prestación de desempleo, el Gobierno de España nos seguiría guardando en el armario de las ciudadanas de segunda

El desarrollo del sector terciario dela economía se hace a costa de ofrecer servicios precarios gestionados por personal sometido a las arbitrariedades de unas administraciones que abusan de los fraudes en la contratación y se niegan a realizar procesos que permitan estabilizar los puestos de trabajo y a las personas que los realizan.

Algo parecido ocurre con otras promesas como la derogación de leyes que atentan contra libertades democráticas básicas. Ahí tenemos el ejemplo de la llamada Ley Mordaza que parece destinada a su permanencia contra toda lógica. Cada día que pasa asistimos a una consolidación de medidas que nos hacen pensar que el sistema avanza hacia la implantación de un neoliberalismo autoritario y socialmente excluyente. Los avances de las opciones políticas de ultraderecha así parecen indicarlo.

Por si fuera poco, ahora esgrimen el argumento de que tenemos que aceptar nuevos sacrificios, con la idea de abrir paso a un rearme para prevenir posibles amenazas de guerra. Desde su aparición en la vida social, la clase obrera se ha manifestado rotundamente en contra de las guerras y la actual, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia no es una excepción. Nada se nos ha perdido a las clases trabajadoras en este conflicto que es ajeno a nuestros intereses. Ningún gobierno de los implicados nos representa. Creemos que son los jóvenes rusos y la población civil ucraniana quienes más van a perder en esta guerra que solo obedece a propuestas imperialistas que no deberían tener cabida en nuestra época.

Condenamos con rotundidad la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre, decían los clásicos de la clase obrera en el siglo XIX, una afirmación que consideramos válida en estos momentos. No podemos dejar de señalar la responsabilidad de la OTAN en el calentamiento y preparación de la actual guerra mediante ofertas engañosas a países pobres y necesitados de ayuda económica, con la aplicación de estrategias de ampliación que ponen en riesgo el equilibrio entre diferentes potencias, como estamos viendo estas últimas semanas. La OTAN es una organización que debería estar llamada a su desaparición, como ocurrió con otras alianzas militares surgidas en el contexto de la Guerra Fría. Si quieres la paz, prepárate para la paz. Nunca estuvo tan claro que una organización militar y guerrerista solo nos puede llevar a escenarios de conflictos que pueden acercarnos a una guerra planetaria.

Lamentamos que el gobierno español se esté dejando arrastrar por la actual escalada belicista al tiempo que olvida la existencia de otros conflictos en los que también violan derechos humanos (Palestina, Colombia, Kurdistán), todo ello en medio de la reciente traición histórica al pueblo saharaui.

Este 1º de mayo de 2022 la clase obrera y los sectores populares de todo el planeta estamos a llamados a una movilización que debería significar de nuevo nuestra salida a las calles para reclamar el fin de políticas que amenazan cada día más nuestra calidad de vida. Contra las políticas que nos acercan a escenarios de guerra que pueden resultar catastróficos para la Humanidad.

Salimos a la calle para gritar con contundencia que no vamos a pagar la crisis. Tampoco vamos a pagar las guerras del capitalismo. Salimos para reclamar soluciones a nuestros problemas y a denunciar que es el sistema capitalista el responsable de los problemas que padecemos.

¡Viva el 1º de mayo!

¡Viva la lucha de la clase obrera!

¡Paremos las guerras!

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